Por Salman Rushdie
Los cuentos orientales y el realismo mágico son otra forma de contar la verdad; y es algo tan antiguo como la lucha entre la razón y la sinrazón. El realismo es reciente, estas historias en cambio son tan antiguas como el ser humano.
Madame Bovary no es real. No importa cuán realista nos parezca, es producto de una invención. La ficción es autónoma y sigue sus propias normas. En ese mundo, en el que ella nos permite construir, todo encaja en su propia lógica. Lo que ocurre con lo fantástico es muy anterior. Siempre hemos hecho esto, claro que en algunos casos con fines morales, las fábulas de Esopo, por ejemplo, que buscan decirte cómo comportarte. Lo que es interesante es que, en el caso de los relatos de fantasía, encarnan una especie de sabiduría colectiva.
Cualquier persona que se dedique a crear se le va la vida en ello, incluso no siendo literal, que sí es el caso de Sherezade. Escribir cada palabra como si tu vida dependiera de ello es una buena forma de ver la escritura. Esa es una de las razones por las cuales Sherezade es tan potente como personaje. Ella no sólo cuenta historias para salvar su vida sino para civilizar al violento, al rey bárbaro con el que se ha casado. Para el tiempo en el que ella acaba, lo ha convertido en algo más aceptablemente humano. Yo sigo pensando que hay algo tan extraño en Scherezade, porque al final terminamos por creer que ella es feliz con él. En el transcurso tienen hijos y puedo ver claramente por qué él se enamora de ella: porque es extraordinaria. Lo que no tengo nada claro es por qué ella se enamora de él. El libro no nos informa sobre eso.