Por Ursula K. Le Guin
Lo que escribo tiene su origen en mi vida y trato de ser sincera respecto a mis percepciones de la vida, pero no escribo para «expresarme». Mi ficción es experiencial pero no confesional. A decir verdad, rara vez tengo alguna idea de qué «relación» tiene lo que digo en mis libros conmigo personalmente. Una afirmación como «El verdadero viaje es el regreso» no es una conclusión razonada a la que se llega tras un tiempo de reflexión. Se trata de una experiencia no verbal expresada en palabras, dando por supuesto que es una experiencia compartida, que otras personas, al leer las palabras, podrían reconocer esa experiencia.
He derruido algunos muros. Unos exclusivamente en el ámbito de la literatura (intentando lograr que los críticos y profesores dejaran de marginar la literatura de género, en particular, la de ciencia ficción y la fantástica) y otros con una mayor intención social, como la decisión de hacer que la mayoría de mis protagonistas fueran personas de color, sin decir mucho al respecto, de forma que los lectores blancos tuvieran que imaginar su piel marrón si deseaban identificarse con mis personajes. También he escrito relatos polémicos y satíricos que tratan de forma bastante directa temas como la misoginia, la homofobia, la persecución y opresión doctrinaria, etc. Todo con el objetivo de derruir muros.
Mi metáfora para esto en mi obra es «dejar las puertas y ventanas abiertas». La casa que construyo en una historia tiene muros, de lo contrario no sería una casa, pero las puertas no están cerradas con llave y las ventanas no tienen las persianas bajadas. Construyo casas con muchas corrientes de aire. No es necesario el aire acondicionado porque el viento sopla en su interior y las atraviesa.