Por Susan Sontag
“No escribo autobiográficamente: sigo mis fantasías, y mis fantasías son fantasías sobre el mundo, no sobre mí misma haciendo esas cosas”.
“Siento que cambio todo el tiempo. Se supone que un escritor es alguien que o bien se dedica a la auto expresión o bien trabaja para convencer a la gente, pero ninguno de los dos modelos funciona para mí. Yo escribo en parte para cambiarme a mí misma, para sacarme ideas de encima. No creo en ellas después de escribirlas porque ya me he mudado a una nueva concepción de las cosas”.
“Tuve una infancia completamente desarraigada, viví en muchos lugares distintos: el sur de Arizona, Los Ángeles, Berkeley, Chicago, Harvard, Nueva York, París (“la Francia de Valéry y Flaubert”). Pero prefiero Nueva York. Hay que crearse un espacio propio con mucho silencio y muchos libros. (…) No tengo lugar alguno donde volver, me he pasado la vida escapando”.
“Admiro a los que luchan por escribir algo que de algún modo sea irrefutable. Es una cualidad que encuentro en Beckett, Kafka, Calvino y Borges, y también en un maravilloso escritor húngaro llamado György Konrád (…) Creo que escribir desexualiza mucho. Yo no como, o como irregularmente y mal, saltándome las comidas, y trato de dormir lo menos posible. Me duele la espalda, me duelen los dedos, tengo dolores de cabeza. Y hasta se me corta el deseo sexual, suelo entrar en un periodo de abstinencia o castidad. Soy totalmente indisciplinada: escribo por períodos, muy largos, intensos, obsesivos”.
“Tiendo a escribir los primeros borradores en la cama, acostada. Después, en cuanto tengo algo que mecanografiar, voy al escritorio y me siento en una silla de madera, y a partir de ahí todo pasa por la máquina de escribir (…) Yo siempre uso pantalones vaqueros, un viejo jersey y zapatillas”.
“Quería tener varias vidas y es muy duro tener varias vidas y un marido (…) Hay que elegir entre la obra y la vida. Por tomar un ejemplo de un escritor al que admiro: Jean Cocteau. Cocteau tendría alrededor de 20 años cuando fue a ver a Proust, que ya estaba en su habitación forrada de corcho, y le dijo: ‘Puedes ser un gran escritor, pero tienes que tener cuidado con la sociedad. Sal un poco, pero no dejes que eso ocupe una parte importante de tu vida”
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