Por Stephen King
Básicamente mi rutina de trabajo cuando estoy escribiendo un libro es que me propongo como meta escribir seis páginas al día, y trabajo todos los días por tres o cuatro horas sin saltarme ni siquiera uno. Si un libro corto tiene unas 360 páginas, esos son poco más de dos meses de trabajo antes de que esté escrito. Claro, siempre y cuando todo salga bien.
Todo tiene que ver con la manera en la que equilibro el día a día y entiendo que no solo voy a dedicarme a escribir sino que también tengo una vida. ¿Me he bloqueado? Claro, por supuesto, pero en ese momento puedo ir al doctor si tengo una cita, o a la oficina postal o a comprar algo, mientras las ideas e inspiración regresan a mi.
Recuerdo aquel día que tenía un evento en Nueva York junto a Rowling y ella intentaba terminar el séptimo y último libro de Harry Potter, además de irse de vacaciones con sus hijos, y aún así aceptó ir a este evento de beneficencia. Todo lo que escuchó durante las charlas y el evento fue “queremos el libro de Harry Potter” una y otra vez. Es como esos padres que te piden más y más nietos, y allí ella me dijo algo: “ellos no entienden lo que hacemos, ¿cierto?” a lo que le respondí “no, no lo entienden, porque nosotros tampoco lo entendemos”. Escribir un libro toma su tiempo, y normalmente el público no lo entiende.