Por Tobias Wolff
Tengo una amiga, Carol Bly, ahora fallecida, una maravillosa cuentista, con la que conversé una vez acerca de estas segundas ideas, de estas revisiones. Algunos piensan que si cambias el original, lo estás matando, arruinando esa primera inspiración. Pero eso no es verdad, lo estás haciendo más verdadero, incluso más espontáneo… Bueno, me habló de un cuento que estaba escribiendo y que tenía lugar en la zona rural de Minnesota, donde ella vivía: una mujer maneja su auto camino a Minneapolis, es primavera, todavía queda nieve en las calles mezclada con barro, y un camión le salpica el parabrisas y no la deja ver. Entra a un servicentro y, mientras el bombero le limpia el parabrisas, ella ve que el hombre está llorando. Y está llorando porque su novia lo abandonó… Eso es lo que había escrito, pero al revisar el cuento mi amiga pensó: “No, esto no es verdad: los hombres de por acá no lloran cuando sus novias los abandonan…”.¿Entonces por qué está llorando…?, se preguntó. Y su respuesta fue: “Está llorando porque su perro cazador murió esa misma mañana”. Cambió el cuento de manera brillante, porque es inesperado, es verdadero y porque describe toda una cultura, donde los hombres no lloran por sus novias, pero sí por sus perros… Ese es el tipo de cosas a las que uno aspira cuando edita un texto: darle tanta frescura, tanta espontaneidad. Es mucho más trabajo, eso sí. Lo que los escritores hacemos es trabajar para que nuestro trabajo desaparezca, para que el esfuerzo laborioso de escribir se desvanezca y creamos que nació así.
Fuente: Entrevista a Tobias Wolff en Qué Pasa