Por Sharon Olds
Lo primero que me viene a la mente, es que los jóvenes -y disculpadme por lo que voy a decir-, cuando están en la cama, no están tuiteándose. Hablan entre ellos, no están mandándose mensajes por teléfono. En este sentido lo que yo hago es antiguo, pero no pasado de moda ni anticuado. Suelo hacer un ejercicio cuando doy clase a mis estudiantes de 22 a 25 años. Les digo que traigan 12 copias de su poema a clase y que no las repartan. Lo primero es leer el poema y que los demás lo escuchen con los ojos cerrados, que sea ese el primer encuentro con el poema. Yo no puedo, porque a veces necesito leer los labios, al haber perdido algo de oído. Así pues, quiero que los reciban de oído, tal y como el primer contacto verbal de un ser humano con otro fue a través del oído. ¿Cuánto tiempo antes de la escritura? Serían diez mil años…o los que sean. De manera que para mí el escuchar algo antes de leerlo -y ese es el caso de la poesía- tiene mucho sentido.
(…) Para una mujer de mi edad, desde mi punto de vista, empezar a escribir si representó una cierta liberación… incluso las cosas sobre las que escribía. Y para mí, como miembro de una familia estricta, el mero hecho de hablar era liberador; eso en sí mismo era y es una liberación. Apenas había mujeres que escribieran nada liberador, por el simple hecho de que había muy pocas escritoras. Muchos de mis estudiantes tienen ya un libro publicado; si alguno de ellos trata de esto, lo celebro. Si una de mis estudiantes es afroamericana y escribe sobre una liberación de la esclavitud, conecto con eso. De manera que espero que mis poemas sean útiles para alguien también en este sentido, aunque para mí lo primordial sea la diversión de escribir. Desde luego imagino, o eso espero, que una artista se considere miembro de la sociedad, o de una comunidad en particular. ¿Cuántas comunidades puede haber en una ciudad como Nueva York? En realidad mil. Así que si algo mío es útil para alguien de cualquier comunidad, me quedo satisfecha. Por mi parte soy afortunada: tengo trabajo y tuve el privilegio de recibir una educación extraordinaria. La verdad es que poco de todo eso cuajó, porque no me acuerdo bien de muchas cosas que estudié, pero fui a una buena escuela secundaria, a un internado, a la universidad… y estuvo bien para mí. De modo que, como miembro de diferentes comunidades, se me dio mucho, y eso pertenece a todos, lo que se me dio fue para que yo lo difundiera, creo. Por supuesto, si piensas todo esto cuando escribes, escribirás un poema malo. Pero creo que es algo que en el fondo está presente.
(…) Yo no soy ninguna heroína; al contrario soy una persona que experimenta miedo. Y lo único que puedo hacer es escribir. Pero cuando era joven iba a las manifestaciones contra todas las guerras de ataques imperialistas… cuando tenía catorce años pasaba un día por delante de Woolworths, una pequeña cadena de tiendas, y me encontré con una manifestación contra la segregación en el Sur. Estaban en círculo, y yo les pregunté que quién tenía derecho a estar allí; me dijeron que cualquiera que quisiera formar parte del círculo estaba ya allí, con ellos, y así lo hice. Di un paso adelante y me uní al círculo [voz emocionada]. Y de la misma manera comencé a escribir poemas. No fue una decisión. Necesitaba escribir.