Un grupo de personas consigue el mapa para llegar a un tesoro, compra un barco, viaja hasta el lugar y se hace de ese tesoro. La narración a la que nos referimos es La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, quizás una de las mejores novelas que ha dado Occidente. Sabemos muy bien que, entre ese “viaja hasta el lugar” y el consecuente “se hace del tesoro”, pasan un montón de cosas, se abren pequeños incidentes internos que reclaman su solución: pruebas que deben enfrentar los protagonistas, siempre relacionadas con el objetivo final.
¿Todo esto por qué? Por la simple necesidad de captar al lector.
Si entre el conflicto y su solución no mediara ninguna frase, no habría ocasión para la curiosidad y ya todo estaría resuelto. Se trata así de tiempo, tiempo para que el conflicto encarne en el lector, lo envuelva, se haga suyo, una cuestión personal.
¿Cómo es esto en el cuento?
El cuento, por su brevedad, no puede abrir varios conflictos como la novela; necesita invertir la escasez de espacio disponible en envolver al lector en el problema inicial y su dilación. El escritor que se plantea escribir una historia de, digamos, seis o siete páginas, debe concentrarse en su tema y volverse obsesivo, para alcanzar aquello que Julio Cortázar y Flannery O’Connor llamaban intensidad.
En este curso breve nos proponemos abordar:
La particularidad de la historia: aquello que la hace digna de ser contada. Lo excepcional, lo curioso, lo raro: los motivos por los que se narra.
El extrañamiento: la mirada distinta acerca de lo habitual.
La distancia entre el planteo inicial del problema y su solución: una tensión en la que sumergirse en el conflicto, sin concesiones.
Hugo Correa Luna, autor del curso, se expresaba de la siguiente manera:
El primer aspecto se refiere a la narración en general, sea esta literaria o no –pienso tanto en la noticia o la anécdota que se cuenta en una reunión, pero también en un cuento literario–, y trata de aquello por lo que un hecho o conjunto de hechos adquiere la dignidad de ser narrado: desde la excepcionalidad, lo curioso de una historia o su importancia hasta –en el extremo más puramente artístico, por así decir– la que, aun careciendo de un esplendor, rareza o atractivo per se, es realzada por la mano, la mirada, del escritor.
El segundo ya deja de lado lo que no sea literario y entra de lleno en lo que es para mí la entraña del relato literario: el extrañamiento. Vale decir la mirada, el tratamiento que vuelve a esa historia única, singular y hace que incluso la historia más “pobre”, más común se vuelva llamativa, digna de ser contada y leída, por supuesto.
El tercer aspecto, para mí, es el que hace que una narración literaria sea un cuento. Y tiene que ver con la extensión. Es cierto que la extensión, dicho así, parece una cuestión mecánica, pero “extensión” es un modo demasiado resumido de decir: lo importante es, en cualquier narración el trayecto que va del planteo de un problema a su resolución –sea esta un éxito o un fracaso–; ese trayecto es el que atrae y compromete al lector. Entonces, si un texto narrativo como el cuento se da una extensión breve utilizará para ese recorrido mecanismos diferentes de los que vemos, por ejemplo, en una novela.
Entonces, nuestro curso, visto así, parece un modo de investigar una estructura general como es la narración para ver cómo se vuelve literaria y luego cómo lo literario se plasma en el cuento. Perfectamente podría haber un cuarto aspecto que tratara de cómo elabora ese trayecto la novela.
Duración: 3 quincenas
Fecha de inicio: lunes 11 de noviembre
Docente: José María Brindisi
Más información acerca del curso express online «Tres apuntes para escribir un cuento».