Por Sylvia Plath
Las mujeres jóvenes se me acercaban y me decían: “¿Cómo te atrevés a escribir, a publicar poemas, con la crítica, la terrible crítica, que cae en el que publica?” Y la crítica no del poema como poema en sí. Recuerdo que me horroricé cuando alguien me criticó que empezaba como John Donne, pero no terminaba precisamente como él, y en ese momento sentí por primera vez sobre mí todo el peso de la literatura inglesa. Pienso que en Inglaterra todo el énfasis, en las universidades, en la crítica práctica (pero no tanto en la crítica histórica, sabiendo de qué período viene la línea) esto es casi paralizante. En Norteamérica, en la universidad, leemos – ¿qué? – T. S. Eliot, Dylan Thomas, Yeats, que es donde empezamos. Shakespeare quedó en segundo plano. No estoy segura si estoy de acuerdo con esto, pero pienso que para el joven poeta, el que escribe poesía no es tan aterrador ir a la universidad en Norteamérica como en Inglaterra, por estas razones.
Pienso que mis poemas surgen inmediatamente de experiencias sensoriales y emocionales que tengo, pero debo decir que no puedo simpatizar con esos gritos del corazón, informados sólo por una aguja o cuchillo, o lo que sea. Creo que uno debería ser capaz de tener el control y manipular experiencias, incluso las más terribles, como la locura o el ser torturado, este tipo de experiencias, y uno debería ser capaz de manipular esas experiencias con un conocimiento y una mínima inteligencia, pienso que la experiencia personal es muy importante pero sin duda no debería ser una especie de experiencia narcisista de caja cerrada y mirarse en el espejo. Creo que debería ser pertinente y relevante a cosas mayores, cosas más grandes como Hiroshima y Dachau y demás
Prefiero los doctores, parteras, abogados, cualquier cosa menos los escritores. Pienso que los escritores y artistas son las personas más narcisistas. No debería decir esto, porque me gustan muchos de ellos, de hecho muchos de mis amigos resultan ser escritores y artistas. Pero debo decir que admiro más a la persona que domina un área de experiencia práctica, y que puede enseñarme algo. Quiero decir, mi partera me enseñó a criar abejas. Y, bueno, ella no puede entender nada de lo que escribo. Pero resulta que ella me gusta, puedo decir, más que la mayoría de los poetas. Y entre mis amigos hay personas que saben todo sobre barcos o todo sobre ciertos deportes, o cómo abrir a alguien para remover un órgano. Estoy fascinada por esta maestría de lo práctico. Como poeta, se vive un poco en el aire. Siempre me gusta que alguien me enseñe algo práctico.