Por Margaret Atwood
(…) No hay “géneros menores”. Hay mejores y peores usos para materiales de todo tipo. Shakespeare usaba todo lo que le cayera en las manos, incluyendo baladas folk, cuentos de hadas, comedia del arte, leyendas, chistes verdes, comedia bufonesca, lo que se te ocurra. Don Quijote usa convenciones románticas kitsch y las convierte en algo sublime. Y si examinas más de cerca La vida de las mujeres, de Alice Munro, podrás ver que la protagonista se abre paso entre convenciones literarias fallidas.
(…) Las novelas son una exploración, abren puertas. No resuelven problemas o proclaman teologías. Escribo sobre lo que me interesa, no espero que le interese a nadie más.
(…)
Nadie puede predecir el futuro con total certeza. Como dijo alguien: estos libros se escriben para que futuros como estos puedan evitarse, no para que sucedan. Y no soy la única persona que piensa en esa clase de escenarios.
Respecto a por qué exploro esas posibilidades: escribo sobre las cosas que me interesan, y me parece que la posible suerte de la raza humana es un tema bastante interesante.
(..) Creo que el lado del cerebro que tiene que ver con el tiempo presente, con las cosas visuales, las relaciones espaciales… esa parte del cerebro interviene más en la poesía, y es la parte que está más cerca de las matemáticas y de la música. La prosa narrativa y la ficción tienen más que ver con la parte que se encarga del habla. Se sabe, por ejemplo, que en algunas lesiones cerebrales, si resulta imposible hablar, se puede cantar, se puede cantar palabras. Una de las terapias para la gente que tiene tartamudeo es cantar palabras sin tartamudear. Son dos áreas distintas del cerebro. Es mi teoría, pero no sé si es verdad (ríe).