Por Ariel Bermani
Se estrenó en 1985 y es una de las películas que más me gustan. Me refiero a Silverado (de Lawrence Kasdan). La vi muchísimas veces y siempre me pasa lo mismo: en algunas escenas, lloro. Por supuesto, mi héroe es Paden. Hay un diálogo entre él y Stella en el que suelo detenerme. Incluso repito lo que cada uno va a decir, adelantándome.
Otros dos westerns que me gustan mucho son El bueno, el malo y el feo y Por un puñado de dólares. Los dos fueron dirigidos por Sergio Leone y protagonizados por Clint Eastwood.
En El bueno, el malo y el feo (1966), tres cazadores de recompensas están en busca de un tesoro. El bueno es Clint y se pasa gran parte de la película metido en un negocio que parece infalible: tiene un arreglo con un forajido por el que ofrecen una recompensa -el feo-. Lo entrega en un pueblo, cobra la recompensa y cuando están por ahorcarlo, lo salva y después se reparten el dinero. Van recorriendo los pueblos, así. Hasta que se cruzan con la posibilidad de quedarse con un tesoro que está escondido y la sociedad entre ambos empieza a tambalear. Más aún, cuando aparece el malo.
Por un puñado de dólares (1964) narra la historia de dos familias enfrentadas que tienen cautivo a un pueblo. Joe -Clint Eastwood- trabaja para unos y otros y sólo le interesa el dinero, hasta que todo se convierte en un infierno de tiros y una chica se apodera del corazón de Joe, que tendrá que tomar partido y enfrentarse con los que tenga que enfrentarse.
Dos películas de Howard Hawks, El dorado (1966) y Río Bravo (1959), completan esta lista de cinco westerns que necesito ver seguido. Las dos están protagonizadas por John Wayne. Se trata de la misma historia, casi -con pocas diferencias-. Un joven inexperto, un viejo, dos sheriffs: uno tiene una bala en el cuerpo y el otro se convirtió en un borracho cuando su chica lo dejó, se enfrentan a un batallón de pistoleros malvados. El borracho, en El Dorado, es interpretado por Robert Mitchum. En Río Bravo, el borracho es Dean Martin.