Por Daniel Fuster
Ariana Harwicz nació en Buenos Aires en 1977. Estudió guión cinematográfico en el ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), dramaturgia en el EAD (Escuela de Arte Dramático) y completó sus estudios con una licenciatura en Artes del espectáculo en la Universidad Paris VIII y un máster en Literatura comparada en La Sorbona. La débil mental es su segunda novela. Actualmente vive en Francia.
Leer el último libro de Ariana Harwicz, que acaba de salir por editorial Mardulce me produjo vértigo. En la novela que se titula La débil mental y es el segundo libro de ficción de esta autora radicada en Francia hace ya varios años, se cuenta una relación entre madre e hija que llega a los límites de la naturaleza humana. Escrita en un lenguaje por momentos poético, introduce al lector en una montaña rusa de sensaciones que se van potenciando unas con otras:
“El mundo es una luna cortada a latigazos negros, a flechazos y escopetazos. Cuánto hay que cavar para dar con el desprecio, para hacer que mis días ardan.”
Al dar vuelta cada página de esta nouvelle, la realidad humana toca la crueldad y nos cuestiona: ¿somos así, somos esto? Ariana rompe cánones, aborda sin vueltas aspectos de la miseria humana, pero es curiosa la lectura de su prosa. Su forma de escribir nos lleva hasta el borde del acantilado que no deseamos mirar, pero a la vez nos quedamos ahí, observando todo.
Hace años que vivís en Francia, sin embargo el tono del libro y su lenguaje resultan muy naturales, muy de Argentina si se quiere. ¿Cómo se vive esa extranjerización de lo cotidiano? ¿Cómo creés que influye o afecta a tu escritura?
No vivo afuera ni adentro de nada y mi contacto con el habla sigue fluyendo con la misma intensidad. Una lengua es una corriente de pensamiento que no se detiene nunca. Además del habla, el pensamiento y la escritura, están los sueños, y la voz de ese Otro que escuchamos. Lo que ya se sabe del doble de uno mismo apuntándonos, hostigándonos, en mi caso, además es verborrágica.
Se podría decir que no sos una escritora que viene precisamente de la carrera de Letras. ¿Cómo ha sido tu formación profesional y qué te ha llevado a la escritura?
Mi formación académica empieza en una carrera de cine y otra de guión, luego dramaturgia, Artes y Filosofía en Puán, Fotoperiodismo en Tea, Historia del Arte y Letras combinadas en dos universidades de París. A la escritura me llevó la intriga que me provocó siempre el acto de escribir. Eso de ver por ejemplo a un tipo acostado en un sillón con las patas en el apoyabrazos y saber que puede que esté escribiendo, en ese mismo instante, una frase brillante. Si escribís no estás comiendo y nada más, no estás andando en bicicleta y nada más. Me parece imposible. Nunca estás únicamente hablando. Me gusta la manera obsesiva de vivir a la que te empuja la escritura.
¿Sos alguien que escribe con una rutina y respeta un espacio y un tiempo para escribir?
¿Me repite la pregunta? No rutina. Y sobre todo no espacio y no tiempo. ¡Sacrilegio! Cuando arranca, arrancó.
Al leer la novela uno va deduciendo que el lugar donde se desarrolla la misma mucho tiene que ver con una casa, pero dónde está esta casa. No hay negocios cerca, los vecinos no aparecen, el lugar de trabajo de las protagonistas tampoco, ¿trabajan acaso?, etc. ¿Qué podrías comentarnos en ese sentido y qué intentaste o imaginaste hacer al darnos esta no-geografía donde los hechos ocurren?
Es que no intenté ningún no-lugar. Pero la geografía donde fue escrita es cierto que es una no- geografía en Argentina. Es interesante lo que pasó porque fue escrita casi desde la mímesis, no en la manera de describirla, pero sí de situarse en escenarios realistas: casa, bosque, pueblito, zona industrial, rotondas con motoqueros, río con piedras, policías y enjambre de ramas. Todo eso que da como ecuación final la apariencia de un lugar afantasmado, poetizado, imposible, es en verdad, de lo más concreto.
Pienso que el título del libro es una apuesta muy fuerte que hiciste, ¿Podrías contarnos cómo surge o si hubo la posibilidad que fuera otro? Lo que el imaginario común entiende por débil mental es muy distinto a las conclusiones que llega el lector al finalizar la novela, aunque la debilidad de la protagonista es evidente.
No había otro título porque eso es lo que les pasa. Son débiles mentales. La debilidad que le provocan los hombres las vuelve por momentos, puro cuerpo. En La montaña mágica el narrador dice que “la enfermedad vuelve al cuerpo, doblemente cuerpo”, acá ese efecto destructor sucede con el deseo.
La novela aborda temas que pueden ser considerados sórdidos, sin embargo tu lenguaje por momentos poético, y en otros vertiginoso, hace que los mismos sean “curiosamente” disfrutados. ¿Qué explicación le encontrás a esta sensación que produce tu escritura?
Intento que mi escritura esté todo el tiempo sumida al efecto de una tormenta. Oscuridad, luz, oscuridad. La estructura, la impresión visual de sorpresa y a la vez de temor que me genera una tormenta eléctrica me parece digna de una clase de dramaturgia. Eso sí, tiene que haber estallido. En La débil mental se va a lo hondo de una infancia cruzada por el sexo. En ese cruce hay mucha oscuridad, lo que podría volverla sórdida, lo que la salva es el deseo de vivir. La tentación de mantenerse en vida.
¿Cómo y cuáles son tus lecturas actuales? Y en relación con tus lecturas pasadas, ¿cuáles rescatás? Me refiero a aquellos autores que han perdurado a tu alrededor y te resultan necesarios.
Contestar esto es imposible. Las obras de arte quedan incrustadas, pero también de algún modo los libros buenos y los mediocres. Y el fragmento de un poema del siglo VII. Y una exposición sobre la vida de Cleopatra. Y un cuadro. Y el comentario del cuadro o del libro. Y la nota al pie. Y una sonata. Y lo que pensaste al leer, lo que pensaron sobre un libro. Y así.