Siempre fui un admirador de los ensayos de Chesterton, cuyo gran tema es la alegría de vivir. Las páginas que dedicó a la literatura para niños y al género policial son fascinantes. “El objetivo de un relato de misterio, igual que de cualquier otro relato y cualquier otro misterio, no es la oscuridad sino la luz. -Nos dice el inventor del padre Brown.- El relato se escribe pensando en el momento en el que el lector comprende, y no sólo en los muchos momentos preliminares en que no lo hace”. Le puse ese título para destacar la importancia del final en el relato de enigma y, en definitiva, en toda historia, ya que el final cambia la interpretación de la historia. No sólo es una despedida: es un regreso a lo que ya se contó, una manera de iluminarlo.
¿Qué rasgos considerás distintivos del policial argentino?
Uno de los rasgos es el cruce entre el mundo intelectual y la violencia, que puede verse tanto en los cuentos que Borges dedicó al género, como en la novela que Bioy Casares y Silvina Ocampo escribieron juntos (Los que aman odian), los relatos policiales de Rodolfo Walsh o en Crímenes imperceptibles de Guillermo Martínez. Otro rasgo es el humor, tan presente en los relatos de Bustos Domecq como en los cuentos de Leonardo Castellani.