Por Haruki Murakami
“Escribir novelas largas es básicamente una labor física. Tal vez el hecho de escribir sea, en sí mismo, una labor intelectual. Pero terminar de escribir un libro se parece más al trabajo físico. […] Es sentarse ante la mesa y concentrar todos tus sentidos en un solo punto, como si fuera un rayo láser, poner en marcha tu imaginación a partir de un horizonte vacío y crear historias, seleccionando una a una las palabras adecuadas y logrando mantener todos los flujos de la historia en el cauce por el que deben discurrir.”
“Para este tipo de labores se requiere una cantidad de energía a largo plazo mucho mayor de la que generalmente se cree. Y es que, aunque realmente el cuerpo no se mueva, en su interior está desarrollándose una frenética actividad que lo deja extenuado”.
“Los autores dotados de talento son capaces de llevar a cabo este tipo de tareas de u modo casi involuntario e incluso, en algunos casos, inconsciente. […] Con el paso de los años, sin embargo, esa carencia de restricciones, esa libertad, en la mayoría de los casos va perdiendo su frescura y su ímpetu naturales de manera progresiva. […] Por supuesto, esa progresiva pérdida natural de talento se puede ir supliendo a base de madurez personal”.
“Para mí, escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca, para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones”
Fuente: Murakami, Haruki, De qué hablo cuando hablo de correr, Tusquets, 2010.