Por Cynthia Rimsky
¿Por qué un barrio se pone de moda y el del lado permanece para siempre en el anonimato? En los años 80 el ahora cosmopolita barrio Bellas Artes era una calle provinciana con pequeños negocios propios de cualquier barrio, una reparadora de calzado, un bar de mala muerte; una tintorería; un pequeño supermercado con los anaqueles casi vacíos que regentaban dos hermanos de apellido Gotlieb. Como cualquier barrio, posee una historia:
Entre 1872 y 1910, con los trabajos de remodelación del cerro Santa Lucía, la creación del Parque Forestal y la construcción del Palacio Nacional de Bellas Artes, al barrio llegaron a vivir personajes comoVictoria Subercaseaux, Pedro Aguirre Cerda, José Victorino Lastarria, Nemesio Antúnez, Camilo Mori yLuis Orrego Luco. Renombrados arquitectos como Duhart, Bolton, Larraín Bravo, Prieto Casanova, Ernesto Ried y Luciano Kulczewski (cuya casa y taller en calle Estados Unidos fue declarada Inmueble de Conservación Histórica) construyeron edificios y casas de gran belleza.
Según un estudio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, su fama como barrio de café se remonta al café de Julio (1977), luego vino Psicosis y el Café Santiago. Recuerdo este último; apenas cuatro mesas y un segundo piso hechizo con un diminuto living para beber café como en casa. Los dueños eran jóvenes y osados. Aún no existía la costumbre de beber café ni de tomar desayuno fuera. Los habitantes del barrio eran gente mayor que casi no bajaba de sus departamentos, intelectuales acomodados y artistas que aprovechaban los bajos precios de los arriendos.
Ignoro si, animados por estos primeros cafés, las personas mayores comenzaron a bajar o comenzaron a morir, y sus hijos decidieron arrendar los departamentos. Como aún eran económicos en relación a otros barrios, llegaron más artistas, académicos, etc. A pesar de eso, el barrio continuó teniendo características de barrio. Según el estudio de la Facultad de Arquitectura, el barrio constituye un escenario complejo y particular donde se articulan las dimensiones del espacio construido, el barrio como entidad física y el barrio como modo de vida. “Henri Lefebvre sostiene que el barrio constituye una forma de organización concreta del espacio y del tiempo en la ciudad. Un dispositivo práctico cuya función es asegurar una solución de continuidad entre lo más íntimo, el espacio privado de la vivienda y lo más desconocido, el conjunto de la ciudad”
En 1997 el barrio Lastarria fue declarado Zona Típica (ZT). Comenzaron a restaurarse fachadas y viejas edificaciones, como la Parroquia de la Vera Cruz, se creó el paseo peatonal Lastarria, Monjitas y Esmeralda acogieron a los peatones. Al café Santiago le quitaron el local, lo mismo a los hermanos Gotlieb; al bar de mala muerte; a la tintorería. Los jóvenes osados dieron paso a empresarios que viven en otros barrios y que vieron la oportunidad de hacer aquí un buen negocio. Se pobló de cafés, restaurantes, bares, librerías, tiendas de diseño, galerías de arte y centros culturales. Llegaron a vivir personas del espectáculo, actores de teleseries, diseñadores, periodistas y gestores culturales. Los fines de semana se llena de visitantes y extranjeros.
Según el estudio de la FAU, el imaginario colectivo sobre el barrio Lastarria-Bellas Artes corresponde a un lugar de creatividad. “Alrededor de artistas, vida bohemia, diseño, minorías sexuales, autenticidad y postmodernismo, se ha articulado un comercio y un estilo de vida de connotaciones globales y translocales. Este imaginario es retroalimentando por la narración de los medios, redes sociales, Internet, revistas de arquitectura, diseño, cultura urbana y promoción turística. Y va asociado a lo que en la sociedad de consumo se denomina el “tiempo libre” o de ocio festivo”.
Aun cuando ya no corren aires provincianos y hasta su nombre fue cambiado, existe una vieja historia que hace pensar que, bajo la capa cosmética y fashion que lo adorna, sigue corriendo sangre en sus venas. Ocurrió una mañana en el Café de las Artes, que ya no existe. El administrador abrió el local como todos los días, pero a diferencia de otros días, en vez de entrar, se sentó en un banco, frente al café. Dicen que estaba pensativo y con los ojos enrojecidos. De pronto se levantó y comenzó a destrozar vidrios y amontonar muebles. Cuando llegó el GOPE, salió con dos cuchillos cocineros. “Dispárenme!” gritó antes de rendirse. Su hermano atribuyó el comportamiento del joven administrador a la soledad que le trajo su separación matrimonial. “Yo me voy a preocupar de mi hermano. No quise dejarlo internado en el Hospital Psiquiátrico, porque buscaremos ayuda”, dicen que dijo.
Ese grito, desprovisto de maquillajes, cafés, happy hours, moda o tecnología, también es el barrio Bellas Artes.