Por Ernest Hemingway
“Cuando estoy trabajando en un libro o en un cuento escribo todas las mañanas desde que aparece la primera luz. Nadie lo molesta a uno y hace frío o fresco y uno empieza a trabajar y entra en calor a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito y como se detiene siempre cuando sabe lo que va a pasar después, arranca desde ahí. Uno escribe hasta llegar al lugar hasta donde tiene todavía jugo y sabe qué va a ocurrir después y entonces para y trata de vivir eso hasta el día siguiente donde le da de nuevo. Uno ha empezado a las seis de la mañana, digamos, y puede seguir hasta mediodía o terminar antes. Cuando para está tan vacío y al mismo tiempo nunca vacío sino lleno, como cuando se ha hecho el amor con alguien que uno quiere. Nada puede herirlo, nada puede suceder, nada significa nada hasta el día siguiente en que vuelve a hacerlo. Lo difícil es la espera hasta el día siguiente.
“Siempre reescribo cada día hasta donde dejé. Naturalmente cuando está todo terminado se revisa de nuevo. Hay otra oportunidad de corregir y reescribir cuando alguien lo pasa a máquina en limpio. La última oportunidad son las pruebas de imprenta. Uno agradece estas distintas oportunidades.
“Si empezó temprano y usted ama la vida tanto como su trabajo será necesario mucho carácter para resistir la tentación. Una vez que la escritura se ha convenido en su mayor vicio y su placer más grande, sólo la muerte puede pararlo. La seguridad financiera es entonces una gran ayuda porque le evita preocuparse. Las preocupaciones destrozan la habilidad de escribir. Las enfermedades son malas en la medida que producen preocupación que ataca el subconsciente y destruye las reservas.
“Tratar de escribir algo de valor permanente es una tarea que toma todo el tiempo aunque sólo se usen unas pocas horas en escribir realmente. Un escritor puede compararse a un pozo. Hay muchas clases de pozos como hay de escritores. Lo importante es tener agua buena en el pozo y es mejor sacar una cantidad regular que dejar el pozo seco y esperar que se vuelva a llenar.
“Cuanto más uno se adentra en la escritura, más solo está. La mayoría de sus mejores y más viejos amigos muere. Otros se van. Uno no los ve más que en ocasiones, pero uno escribe y tiene el mismo contacto con ellos como cuando estábamos juntos en el café en los viejos días. Uno se manda cartas irresponsables, obscenas, alegres, a veces cómicas, y es casi tan bueno como conversar. Pero uno está más solo porque debe trabajar y el tiempo para trabajar es cada vez más corto y si uno lo desperdicia siente como si hubiera cometido un pecado para el cual no hay perdón.”
Fuente: Entrevista de George Plimpton en Paris Review.