Por Sebastián Robles
Escritores vinculantes y escritores pasivos
“En la observación de un paisaje o de las personas mismas, pasan cosas. Pero para eso hay que ser pasivo. Hay escritores que son más vinculantes. Que se meten en una aventura. Por ejemplo, Hemingway es un escritor vinculante. Fue torero, cazador, pescador. Se involucraba en lo que hacía. Lo haya hecho bien o no, porque es dudoso que alguien haya sido buen cazador, buen pescador, buen torero y buen escritor.
Ese sería un escritor vinculante. Y un escritor observador sería Felisberto Hernández, por ejemplo. Se pone detrás de una ventana y dice: “si la gente supiera lo que yo gozo viendo detrás de la ventana, me envidiaría”. Es un mirón.”
Los consorcios
“En uno de mis talleres leímos un cuento de Eduardo Muslip, “El consorcio”. La gente de los departamentos, que es una especie de mini muestra de lo que es la gente de esta ciudad, es vinculante. Esto es fuerte en Buenos Aires porque viven muchas personas en un mismo edificio, y no se conocen entre sí. Es una situación anómala. Uno sabe y no sabe quiénes son, que es lo que trabaja Eduardo Muslip en ese cuento. El porteño no es observador, es vinculante. En el edificio se definen por la bronca que le tienen al otro. Hay una cosa constante de pensar al otro, ver cómo te joden, cómo los podés joder. Está lleno de gente pleitista, que se defiende, que ataca. Pero eso tiene que ver con que cada uno no es una mónada, sino que está hecho en relación al otro.”
El internismo en los emprendimientos culturales
“En las empresas culturales autogestivas, donde no te financia nadie, en general hay una adhesión de otras personas porque sirven para algo. Por ejemplo, en una revista literaria formada por un grupo de amigos, está el que vende pulóveres, el que tiene un teatrito… En el interior funciona en otro sentido, por ejemplo: en Villa Mercedes tenían un taller literario. Y la farmacéutica escribía muy mal. Pero prestaba el teléfono, es decir, cumplía un servicio. Y entonces la publicaban. En Santa Fe, lo mismo. Tenían una que más o menos funcionaba, hacían congresos, pero lo importante era que ella traía la comida macrobiótica. Entonces servía, sumaba. Terminaba en algo amorfo. En Tucumán conocí a un ingeniero que iba a un taller literario y decía que, a él, la ficción no le aportaba nada. Entonces pregunté para qué iba. Y me respondieron: “Es que es una persona muy buena”.
En Buenos Aires hay un internismo muy grande. Se arma un grupo de teatro y aunque vengan sólo dos personas dicen: “pero nosotros nos hemos divertido mucho”. Pero el teatro está hecho para el público, ¿o no?”
“Ubicate, mamerto”
“Este internismo viene desde hace mucho tiempo. Lo cuenta Fray Mocho. Es muy interesante. Al ser ésta una sociedad de inmigrantes, con gente que viene de todos lados, todos tienen la necesidad de pertenecer a algo. Si no, uno se queda como una hoja en la tormenta en la ciudad. En 1880 había un montón de asociaciones: los bomberos, la asociación italiana de tal cosa, hasta las más delirantes. Calculo que para sentirse englobados en algo. Se sigue usando un término que creo que viene de un cuento de Fray Mocho, “Ubicate, mamerto”. “Ubicate políticamente, colocate bien”. Pero es más general. En las escuelas yo he escuchado “estar ubicado”. “Fulano está ubicado”. Es muy importante estar ubicado. No se sabe qué es eso. Se supone que es una persona sensata, en las escuelas era eso. Los maestros que estaban ubicados eran aquellos por donde pasaba cierto poder, cierto pensamiento general aceptado. El que puede tener vínculos, que se sabe mover bien.”
El cholulismo
“También viene de antes, y de Fray Mocho, que la gente fuera cholula de los políticos. En todos los sectores sociales, la gente reivindicaba su cercanía, por ejemplo, con Avellaneda. Y lo llamaban por el sobrenombre. “Taquito”, porque era bajito y se ponía tacos para ser más alto. Pero entonces no solamente los sectores políticos que estuvieran a nivel de él, sino los sectores populares, decían “Fulana fue el ama de leche de Taquito Avellaneda”. Eso es cholulismo. Es un fenómeno que para mí tiene la misma raíz. El cholulismo de Buenos Aires es mucho. Todos los rockeros dicen que acá es más grande que en cualquier otro lugar del mundo.
Cholulismo es creer que uno puede contagiarse de otro, como por ósmosis, algo que uno no hace por su propio esfuerzo. Pasa con Ricardo Fort, que acaba de morir. Hay gente que lo reivindica. Era muy rico. Y la gente quiere estar cerca de ese ser, que mostraba todos los coches. Después dicen una puerilidad: “todos los coches no lo salvaron”, “con todo el dinero que tenía…”.”
Mitificaciones
“También hay una mitificación de los escritores. Te preguntan: “¿a qué hora escribe?”. Y depende: la gente diurna escribe a la mañana, la gente nocturna escribe a la noche. Los escritores tienen hábitos como cualquier ser humano.
La mitificación del escritor es pensar que uno es alguien que siempre escribe. O te quieren sacar una foto al lado de la biblioteca, como si una no cocinara, no regara las plantas, no hiciera las cosas que hace todo el mundo. Como si fuera alguien dotado de algo extraordinario. Y escribir no es ni más ni menos que una artesanía, como un carpintero que hace una buena mesa.
Yo tengo una teoría acerca de eso: cuanto más exacerba una persona el rol de escritor, peor es lo que escribe.”