Por Sebastián Robles
En octubre de 2013 me contacté con Hebe Uhart porque quería entrevistarla para este blog, que en ese entonces recién estaba naciendo. Como ella fue docente de Casa de Letras en numerosas oportunidades, la entrevista nos pareció una buena iniciativa. Me dijo que sí y nos encontramos una tarde en el bar que está sobre la plaza del lector, al lado de la Biblioteca Nacional. Llegó puntual y nos sentamos en una de las mesas de afuera. Yo le había anticipado que quería preguntarle un poco sobre la “trastienda” de la escritura, un tema que ella manejaba muy bien en sus talleres y en las charlas que daba. Empezó a hablar antes de que nos trajeran el café y no paró hasta una hora después, cuando me avisó que tenía que irse a la presentación de un libro. No fue, en rigor, una entrevista, sino una conversación o un monólogo de ella, que yo no interrumpí porque era un placer escucharla hablar y reflexionar sobre su oficio. Nos pareció una buena idea volver a publicarlo hoy, a modo de recuerdo y homenaje. Gracias por tanto, Hebe.
Escritores vinculantes y escritores pasivos
“En la observación de un paisaje o de las personas mismas, pasan cosas. Pero para eso hay que ser pasivo. Hay escritores que son más vinculantes. Que se meten en una aventura. Por ejemplo, Hemingway es un escritor vinculante. Fue torero, cazador, pescador. Se involucraba en lo que hacía. Lo haya hecho bien o no, porque es dudoso que alguien haya sido buen cazador, buen pescador, buen torero y buen escritor.
Ese sería un escritor vinculante. Y un escritor observador sería Felisberto Hernández, por ejemplo. Se pone detrás de una ventana y dice: “si la gente supiera lo que yo gozo viendo detrás de la ventana, me envidiaría”. Es un mirón.”
Los consorcios
“En uno de mis talleres leímos un cuento de Eduardo Muslip, “El consorcio”. La gente de los departamentos, que es una especie de mini muestra de lo que es la gente de esta ciudad, es vinculante. Esto es fuerte en Buenos Aires porque viven muchas personas en un mismo edificio, y no se conocen entre sí. Es una situación anómala. Uno sabe y no sabe quiénes son, que es lo que trabaja Eduardo Muslip en ese cuento. El porteño no es observador, es vinculante. En el edificio se definen por la bronca que le tienen al otro. Hay una cosa constante de pensar al otro, ver cómo te joden, cómo los podés joder. Está lleno de gente pleitista, que se defiende, que ataca. Pero eso tiene que ver con que cada uno no es una mónada, sino que está hecho en relación al otro.”
El internismo en los emprendimientos culturales
“En las empresas culturales autogestivas, donde no te financia nadie, en general hay una adhesión de otras personas porque sirven para algo. Por ejemplo, en una revista literaria formada por un grupo de amigos, está el que vende pulóveres, el que tiene un teatrito… En el interior funciona en otro sentido, por ejemplo: en Villa Mercedes tenían un taller literario. Y la farmacéutica escribía muy mal. Pero prestaba el teléfono, es decir, cumplía un servicio. Y entonces la publicaban. En Santa Fe, lo mismo. Tenían una que más o menos funcionaba, hacían congresos, pero lo importante era que ella traía la comida macrobiótica. Entonces servía, sumaba. Terminaba en algo amorfo. En Tucumán conocí a un ingeniero que iba a un taller literario y decía que, a él, la ficción no le aportaba nada. Entonces pregunté para qué iba. Y me respondieron: “Es que es una persona muy buena”.
En Buenos Aires hay un internismo muy grande. Se arma un grupo de teatro y aunque vengan sólo dos personas dicen: “pero nosotros nos hemos divertido mucho”. Pero el teatro está hecho para el público, ¿o no?”
“Ubicate, mamerto”
“Este internismo viene desde hace mucho tiempo. Lo cuenta Fray Mocho. Es muy interesante. Al ser ésta una sociedad de inmigrantes, con gente que viene de todos lados, todos tienen la necesidad de pertenecer a algo. Si no, uno se queda como una hoja en la tormenta en la ciudad. En 1880 había un montón de asociaciones: los bomberos, la asociación italiana de tal cosa, hasta las más delirantes. Calculo que para sentirse englobados en algo. Se sigue usando un término que creo que viene de un cuento de Fray Mocho, “Ubicate, mamerto”. “Ubicate políticamente, colocate bien”. Pero es más general. En las escuelas yo he escuchado “estar ubicado”. “Fulano está ubicado”. Es muy importante estar ubicado. No se sabe qué es eso. Se supone que es una persona sensata, en las escuelas era eso. Los maestros que estaban ubicados eran aquellos por donde pasaba cierto poder, cierto pensamiento general aceptado. El que puede tener vínculos, que se sabe mover bien.”
El cholulismo
“También viene de antes, y de Fray Mocho, que la gente fuera cholula de los políticos. En todos los sectores sociales, la gente reivindicaba su cercanía, por ejemplo, con Avellaneda. Y lo llamaban por el sobrenombre. “Taquito”, porque era bajito y se ponía tacos para ser más alto. Pero entonces no solamente los sectores políticos que estuvieran a nivel de él, sino los sectores populares, decían “Fulana fue el ama de leche de Taquito Avellaneda”. Eso es cholulismo. Es un fenómeno que para mí tiene la misma raíz. El cholulismo de Buenos Aires es mucho. Todos los rockeros dicen que acá es más grande que en cualquier otro lugar del mundo.
Cholulismo es creer que uno puede contagiarse de otro, como por ósmosis, algo que uno no hace por su propio esfuerzo. Pasa con Ricardo Fort, que acaba de morir. Hay gente que lo reivindica. Era muy rico. Y la gente quiere estar cerca de ese ser, que mostraba todos los coches. Después dicen una puerilidad: “todos los coches no lo salvaron”, “con todo el dinero que tenía…”.”
Mitificaciones
“También hay una mitificación de los escritores. Te preguntan: “¿a qué hora escribe?”. Y depende: la gente diurna escribe a la mañana, la gente nocturna escribe a la noche. Los escritores tienen hábitos como cualquier ser humano.
La mitificación del escritor es pensar que uno es alguien que siempre escribe. O te quieren sacar una foto al lado de la biblioteca, como si una no cocinara, no regara las plantas, no hiciera las cosas que hace todo el mundo. Como si fuera alguien dotado de algo extraordinario. Y escribir no es ni más ni menos que una artesanía, como un carpintero que hace una buena mesa.
Yo tengo una teoría acerca de eso: cuanto más exacerba una persona el rol de escritor, peor es lo que escribe.”
El internismo de los escritores
“Lo que pasa con el internismo de los escritores en Buenos Aires es que muchos, en lugar de ponerle el nombre que le corresponde a un personaje, hacen un guiño interno y le ponen un nombre de otro escritor. Esa para mí es una marca de internismo. “Nos hacemos un guiño entre nosotros, los escritores”. Cuando en realidad lo que habría que hacer es comunicarse hacia otra cosa, hacia la gente. Lo mismo que en el teatro: “nosotros nos divertimos”. Eso dicen. Es como si la gente necesitara que un escritor, un actor, fueran per se, una entidad platónica. Los actores cuando dicen: “si no pudiera actuar, me moriría”. Te dedicás a otra cosa, qué sé yo. También pasa con los escritores. Suponiendo que fuera cierto, es impúdico. Me parece que eso no se debe decir.”
La literatura sobre escritores
“En Buenos Aires, la generación que anda por los 40, escribe mucho sobre escritores. En otros lugares no pasa. Los peruanos escriben muy bien, los colombianos también. Ellos no escriben tanto sobre escritores, porque escribir sobre escritores es como escribir sobre uno mismo. Es no salir de uno mismo. Es algo pedante.
Un hombre rico no le anda diciendo a todo el mundo: yo soy rico. Salvo Fort, que era un fenómeno mediático. Pero la mayoría de la gente no hace eso. Al contrario, tratan de pasar desapercibidos. Lo mismo una mujer muy linda. No anda diciendo: “qué linda que soy”.
Esto se incentivó un poco en los últimos años. Un escritor que se la cree no quiere ser un trabajador ni un artesano. Quiere decir: “qué linda manito que tengo yo”. Y eso hay que olvidarlo para hacer algo bien.
Hay cuentos de escritores que son buenos. Chejov, por ejemplo. Es un tipo que hace callar a todo el mundo para escribir él. Pero es difícil hacer bien un cuento de escritores. El escritor tiene que salirse hacia afuera y mirar lo que hay.”
La disposición de escuchar
“Un día me invitaron a una charla de señoras con el nombre de “tertulia”. En un edificio muy lindo, antiguo. El ascensor tenía asientos. Y me dijeron: “cómo sabés escuchar”. Y yo les dije: “no es que yo sé, se aprende”. No es una virtud, es una disposición. Vos tenés que aprender a escuchar. Te ponés hacia afuera. No es una virtud difusa, divina. No falta talento ni inteligencia en Buenos Aires. Falta la disposición. Están mal colocados. Si vos no te ponés hacia afuera, si pensás que el afuera es una cosa detestable, como en el caso de los escritores pesimistas, que ven todo negro, no podés escribir nada bueno. Si vos ves todo negro, todo mal, entonces el único que está bien sos vos. Uno no se puede colocar por encima de lo que va a escribir. Se obturan las cosas con juicios de valor. Si escuchás a una persona de otro nivel social observando las incorrecciones, entonces no vas a entender lo que pasa. No se entiende el significado de lo que está diciendo.”
Lo que debería ser y lo que es
“Otra cosa que predomina en Buenos Aires es lo que debería ser por sobre lo que es. Vivimos comparando con todos lados. “Mirá en Suecia como son las leyes”. Queremos las leyes de Suecia pero sin el frío de Suecia. Queremos fantasear. Se vive idealizando. Es la idea de que acá las cosas no son como deben ser. Lo cual en cierto modo en política está bien, pero no sirve soñar de manera tan grandiosa.
Y para la literatura no sirve porque el ideal del escritor que quiere escribir como “debe ser” es: “yo quiero escribir algo hermoso”. Y qué sé yo, uno escribe lo que puede. “Yo voy a escribir algo largo”. O planean mucho: “antes de los 32 años tengo que escribir una novela”: Son proyectos que van más allá de lo real. Es el terreno de lo ilusorio, de la fantasía. Eso en cuanto a los deseos.”
Salir de uno mismo
“En cuanto a la escritura, hay que salir de uno mismo, porque si uno se queda adentro, se obsesiona. Empieza: “no puedo escribir, no tengo ganas, ¿no tendré ganas toda la vida?, ¿seguiré así toda la vida?”. Es algo que nunca termina. Si te estás mirando las patas, no mirás lo que hay realmente. Eso es interesante. Te vivís preguntando si tenés talento o no, si va a gustar o no, si es pertinente o no escribir eso.”
El goce y las ganas
“Nadie tiene en un oficio un goce constante. Es una cosa de paciencia, de resistencia, de observación. Te preguntan: ¿vos cuando lo hiciste, gozaste? La gente piensa que el que escribe está todo el tiempo contento, gozando. Es una mezcla de todo. Todas las dicotomías son falsas. Vos decís: “no tengo ganas”. Y a las ganas tenés que ayudarlas. Si vos te repetiste cincuenta veces que no tenés ganas, no vas a tener ganas. Si te repetís cincuenta veces que no vas a ir a un lugar, no vas. Esto es lo mismo. Hay que ver cómo se logra una situación propicia para las ganas.”
“La persona que no tolera muchas cosas no se tolera a sí misma, entonces no va a poder escribir. Si una persona te dice: “no aguanto la lana, no aguanto los echarpes, no aguanto el colectivo”. Si no aguanta veinte cosas, cuando escribe no se va a aguantar a sí misma. Hay que tener una especie de aceptación de lo que hay.”
La media rienda
“Flannery O´Connor decía que hay que aprender un estado de ánimo a media rienda para escribir. ¿Qué quiere decir “a media rienda”? Ni exaltado ni deprimido. Exaltado es como si uno estuviera drogado o borracho. Al día siguiente mirás lo que escribiste y decís: “Dios mío”. Y si estás deprimido, tampoco, porque vas a encontrar todo muy mal. Y si tenés cambios de ánimo muy bruscos, de exaltado a deprimido, tampoco vas a poder producir algo, porque un día te gusta, otro día no te gusta. Hay que lograr una especie de “media rienda”, una cierta mesura.”
Los talleres
“Si un alumno empieza el taller con ganas de publicar de entrada, yo le bajo esas ganas. No pueden publicar de entrada. Son muy distintos los alumnos, y obtengo de ellos resultados muy distintos. Algunos vienen escribiendo bastante bien, entonces siguen con esa motivación. Otros dan vuelcos interesantes.”
“Tuve dos casos de personas muy talentosas pero que no eran para mí. Son talentosos pero tienen que buscar otro coordinador, porque yo no les sirvo. Yo percibo que esa persona es talentosa pero no es mi onda, no va a crecer conmigo. También hay gente que se destapa y de repente hacen cosas interesantes. Es como que toman otro nivel. ¿Qué pasó? No lo sé. Vaya una a saber cómo fue el proceso.”
“Otro fenómeno que hay, sobre todo entre los jóvenes, es que no aceptan ninguna crítica. Les decís algo y se ofenden. Eso es malo para ellos. Para mí no, porque tengo alumnos suficientes. En realidad el coordinador debe saber que hay gente que se deja retar y gente que no. Eso está pasando en muchos rubros. Gente que va a teatro también. El profesor les dice dos cosas y se van.”
“La gente en Buenos Aires se anota en mil cosas. Hacen talleres de esto, de lo otro. En el interior es distinto. No hacen tanto taller, pero tienen fiestas. La fiesta del cumpleaños del perro, del cuñado. Lo he visto en Santiago del Estero, en Tucumán, en San Juan. Vos les decís: “¿por qué no viniste ayer?”. Y te responden: “porque tuve el cumpleaños de mi cuñado”. En Santiago festejan todas las noches, porque hace mucho calor y no se pueden dormir. Duermen la siesta, pero están toda la noche guitarreando. A una pibita le dije: “¿por qué no viniste al taller?”. Y me dijo: “porque me emborraché”.”
“Acá no hay tantos festejos, hay actividades: talleres, cursos de algún instrumento, biología marina, chef. La gente cambia mucho. Eso es interesante de Buenos Aires.”
Los proyectos
“A partir de enero viajo de nuevo. En enero voy a ir al Bolsón y a Lago Puelo, a ver lo que yo llamo “los esotéricos”. Toda la gente que busca la armonía, la paz, que tiene un lenguaje particular. Son montones de cosas distintas que buscan. Yo los he visto en el Uritorco, pero quiero profundizar en eso. Después quiero ir a ver a los animales en los esteros del Iberá. También quiero ir a Tucumán de nuevo, que fui por un curso pero estuve leyendo. En Tucumán hubo Inquisición. Siglos XVII y XVIII. Así que quiero investigar un poco. Y voy a volver a Asunción del Paraguay. Que tiene buen cine. Parece mentira, no lo puede creer nadie. Entonces voy a ver qué pasa con el cine. Y también quiero ver la enseñanza trilingüe en la frontera con Misiones: portugués, castellano y guaraní.”