Por Jhumpa Lahiri
De niña ya escribía, y en la adolescencia dejé de hacerlo porque no quería ser escritora de manera consciente, yo misma dudaba de mi creatividad y me sentía muy confundida. A los 22 años empecé a escribir de nuevo, y me dí cuenta de que eso era lo mas importante de mi vida. Durante los siguientes diez años la escritura fue una actividad secreta y clandestina, no hablaba de ello con casi nadie, no tenía confianza en mí como para afirmar «soy escritora».
Mi abuelo materno era pintor, igual que mi tío. Cada verano, antes de viajar a India, cargábamos con gran cantidad de pigmentos, pinturas y material que les llevábamos a ellos dos como regalo. Y mi madre siempre ha leído mucho e inluso escribió poesía durante un tiempo. Pero debido a la condición de emigrantes de mis padres, en casa se nos inculcó con mucha firmeza que había que tener una profesión que permitiera ganarse la vida y conseguir una cierta estabilidad. Por eso siempre pensé que mi destino era trabajar como profesora de literatura, tenía muchas dudas acerca de mi capacidad de salir adelante a base de escribir. Y a día de hoy, creo que nunca animaré a mis hijos a que escriban si es que alguno muestra ese interés.
Empecé a escribir con mucha cautela y con una cierta aprensión. Para mí el lenguaje es muy importante, de manera que me inicié con mucha delicadeza y escogiendo un registro muy pequeño. Al principio escribía una sola página, jugando con las palabras y midiendo mucho lo qué contaba. Luego fueron dos páginas, después cuatro, y así llegué a escribir relatos. Como lectora también valoro mucho ese formato del cuento, y no descarto volver a él como escritora.