Por Tobias Wolff
[Lo que me atrae del cuento es] la inmediatez, la concisión, la economía expresiva, pero hay una cosa en especial que me interesa mucho. Hay algo en la esencia del relato que hace que, cuando es bueno de verdad, continúe resonando en nuestra conciencia mucho tiempo después de que hayamos terminado de leerlo. Los grandes maestros del cuento provocan ese efecto en el lector: Chéjov, Maupassant, Von Kleist, Flannery O’Connor, Katherine M. Porter, Hemingway, Carver, Fitzgerald… La huella que dejan sus historias en la sensibilidad del lector es muy duradera. Es muy similar al recuerdo que deja en nosotros una experiencia que hemos vivido. Es algo muy curioso, se produce un efecto de fermentación que nos hace identificarnos con la historia como si se tratara de algo que nos hubiera ocurrido. Es muy extraño, pero muchas veces los grandes relatos operan así. Es como si de repente recordáramos algo. Con la novela no ocurre eso. En el proceso de lectura de una novela la memoria no interfiere de la manera que acabo de describir.
Pongamos por caso la descripción de la batalla de Borodino que hace Tolstói en Guerra y paz. El lector tiene una experiencia sensorial completa. Vemos a miles de soldados avanzando en el campo de batalla, percibimos el ruido y el humo de los cañones, vemos cómo se llevan a los heridos en carreta, a Napoleón agazapado en su capa, a Zukhov, el general campesino, haciendo sus cálculos estratégicos. Pero todo eso ocurre en la mente del lector, porque si se piensa bien, lo único que tiene delante son unos signos negros sobre la superficie blanca del papel. Eso es lo que ocurre cuando lector y autor se encuentran a un nivel muy profundo. Y a eso es a lo que aspira todo escritor de verdad. Con las obras maestras se produce una fusión creativa irrepetible entre el escritor y el lector. La gran literatura consigue arrastrarnos al interior de la vida de otros individuos. Cuando pasamos mucho tiempo con una gran obra, nos resistimos a acabarla. Hay una razón para que eso sea así. El mundo en el que hemos habitado durante tanto tiempo es real para nosotros y no podemos soportar la idea de abandonarlo.