MARK SHECHNER: Algo que admiro en tu escritura es el comentario a bocajarro, la observación y la escucha. En el ensayo “E Unibus Pluram” (sobre la televisión y su creación de realidad, en Algo divertido) escribes: “Los escritores de ficción suelen ser mirones. Suelen merodear y estar atentos. Son observadores natos. … Son los que en el metro tienen esa mirada indiferente en la que hay algo de alguna manera inquietante. Casi depredador. Esto se debe a que las situaciones humanas son el alimento de los escritores. Los escritores de ficción miran a otros humanos igual que los curiosos desaceleran ante un accidente de coche: codician la imagen de sí mismos como testigos”.
DAVID FOSTER WALLACE: Eso no es especialmente nuevo. Hay una anécdota que cuenta que a los amigos de Jane Austen les aterrorizaba hablar cerca de ella porque sabían que acabarían en un libro. No estoy seguro de cómo funcionan la ficción y la poesía, pero en parte consisten en que en realidad advertimos mucho más de lo que advertimos que advertimos. Una de las particularidades de la ficción es que ésta no consiste tanto en hacer de observador para los demás sino en despertar a los lectores al hecho de su propia perspicacia, y por eso como lector la mayoría de las descripciones o los devaneos que me gustan no son aquellos que parecen totalmente nuevos sino los que poseen ese espeluznante “Dios mío, yo también me había dado cuenta de eso pero nunca me había parado un instante para expresármelo a mí mismo”.