Por Sebastián Robles
Este año fue publicada Matar a la niña, la primera novela de Agustina Bazterrica, licenciada en Artes y ganadora de numerosos concursos literarios. Matar a la niña es una novela de un humor irónico, donde su autora construye su propio cielo o infierno personal, que quizás sean lo mismo, habitado por ángeles con alas de plástico.
En los agradecimientos del libro escribís: “Gracias al Colegio Mallinckrodt por convertir un posible paraíso en un auténtico infierno sin el cual esta obra no hubiese existido”. ¿Podrías describirnos brevemente la experiencia de haber recibido una educación religiosa, y qué fue lo que en ella despertó la necesidad de escribir la novela?
En el colegio católico, apostólico y romano se predicaba el amor hacia los otros, la templanza, la alegría, la caridad, la fe y la esperanza. Pero, la educación cotidiana estaba basada en la represión, la hipocresía, el machismo y la falta de empatía con el prójimo, por eso para mí fue un infierno y me obligó a cuestionarme casi todo, principalmente las figuras de autoridad y especialmente las instituciones como la Iglesia Católica. Más tarde, estudiar Artes en la UBA me permitió abordar la historia del cristianismo desde distintos enfoques y eso me ayudó a tomar distancia y poder pensar la religión desde el humor.
El colegio, entonces, fue el germen de donde surgió la necesidad de cuestionar los dogmas estrictos que con tanta intransigencia quisieron inculcarme y por eso le estoy profundamente agradecida.
Uno de los rasgos estilísticos más destacados en Matar a la niña es el humor, la ironía. ¿Hay una búsqueda por ese lado? ¿El humor permite encarar mejor algunos temas?
Sí, desde ya, el humor y la ironía son herramientas con las que trabajo en mucho de lo que escribo. El humor aliviana lo denso. Aunque amortiguada, la mirada crítica permanece. No me interesa el chiste vacío, apunto a que haya una segunda lectura que generalmente es de denuncia. Por otra parte, el aspecto complejo del humor y de la ironía es que no todos nos reímos de lo mismo. En la paleta del humor los tonos que elijo habitualmente no son para todos los gustos. Con lo cual, entiendo que mi tipo de humor, que es cáustico, pueda dejar excluidos a algunos lectores. Asumo el riesgo.
La novela está escrita en un registro que no es frecuente en la actual narrativa argentina. ¿Cuáles son tus influencias? ¿Qué lecturas te acompañaron a lo largo del proceso de escritura de Matar a la niña?
Me interesa trabajar todo el tiempo con distintos registros. Eso se puede ver claro en mis cuentos. Por ejemplo el cuento Lavavajillas está escrito con un español neutro (parece inglés traducido) y eso lo hice para crear un clima artificial que va con la historia. Lo mismo en el cuento Roberto, escrito con el lenguaje que usaría una niña que habla de su experiencia con un pedófilo. O en el cuento Teicher vs. Nietzsche escrito de manera muy narrativa, sencilla y directa porque hablo sobre un partido de fútbol y lo que le pasa a un hincha de Boca con un gato. En el caso de Matar a la niña el protagonista es un intelectual pedante y quería que el registro fuera complejo, barroco. Lo pensé mucho y dudé porque puede alejar al lector, pero después decidí que no podía traicionar al personaje, que su voz tenía que ser pretenciosa porque era parte de la ironía de la historia.
Cuando estaba escribiendo la novela mis principales lecturas se relacionaron con la arquitectura, la pintura y la escultura del arte colonial (otra perspectiva del impacto de la Iglesia en la historia) y el arte argentino porque esos eran los temas de los que me estaba ocupando. Sin embargo, me influyeron escritores que había leído hasta ese momento y que admiro como: Kafka, Saer, Bernhard, Lispector, Kennedy Toole, Roa Bastos, Rulfo, Faulkner, Matute, por nombrar a unos pocos.
¿Seguís escribiendo? ¿En qué estás trabajando actualmente?
Siempre escribo cuentos. Este año además de presentar Matar a la niña estoy investigando para otra novela. Pero, algo novedoso es que me dediqué a presentar libros de otros autores. Es una experiencia nueva y un desafío pensar la obra de un colega. Escribir la contratapa o el prólogo de un libro y después profundizar en esas ideas para presentarlo es una tarea exigente y placentera. Es salir un poco de la ficción y entrar en el campo de la teoría literaria, del ensayo.
En síntesis, quiero dedicarme a pensar y escribir una nueva novela. Además tengo pendiente la publicación de un libro de cuentos. Y seguir escribiendo, siempre. Es compulsivo, no lo puedo evitar. Incluso cuando me manden derecho y sin escalas al infierno por ser una pecadora sistemática, ¿quién te dice que no sigo escribiendo mientras me tomo un daiquiri de fuego?
Matar a la niña se consigue en: Otra lluvia, Paradigma, Santiago Arcos, Mendel, La Libre, Librería Rodriguez Villa Crespo y Lilith Libros.