Por Siri Hustvedt
[…] Pero lo que sí tengo claro es que en todas las actividades creativas, como en el mundo del arte, a la hora de vender un cuadro, por ejemplo, las mujeres están infravaloradas en todos los ámbitos. Llevo años pensando en esto, en por qué sucede, y es por la reticencia a aceptar la autoridad de una mujer. Si ves una película, si lees un libro o si observas una obra de arte, tienes que aceptar la autoridad del artista, y haciéndolo estás abriéndote, te estás sometiendo a ese trabajo. Piense en la lectura, cuando leemos nos entregamos a la voz de otro. Y esto se percibe, en la cultura heterosexual masculina, como sumisión. Esto debe ser discutido en voz alta en el mundo cultural. Por eso, cuando firmo libros, hay muchos hombres que, tras esperar una larga cola, me piden que les firme para sus mujeres, madres o hijas o bien me dicen que ellos no leen ficción, pero sus esposas sí. De hecho, creo que algunos sí me leen, pero no quieren decirlo. [No lo reconocen] porque sería aceptar que se han sometido a la autoridad de una mujer. Y porque es percibido como una especie de castración. Es algo muy profundo y debemos entenderlo así, no basta con decir que es algo estúpido. Está bien reírse un poco, estoy desarrollando un gran sentido del humor con este tema, me río mucho, de verdad.
[…] reír ayuda a ver que es algo ridículo, y cuando lo ves puedes acabar con ello. Hace una semanas estuve en Francia y un hombre joven vino a que le firmara tres libros, para su mujer, su hermana y su madre y le dije: «Te los firmo encantada, pero es algo que me pasa todo el tiempo, y creo que entiendo el motivo, y es que los hombres se resisten a leer ficción escrita por mujeres. Da igual la reputación que éstas tengan o lo interesante que sea el libro». Él no dijo nada y media hora después regresó y me pidió que le recomendara uno de mis libros. Le dije que lo intentara con «Todo cuanto amé», que escribí como un hombre.