Por Nicole Krauss
No importa lo que hubiera sido en mi vida, siempre me habría comportado como alguien que observa a los demás. Es posible que esa cualidad haya aumentado en mí por el hecho de ser escritora, aunque no sé qué hubiera pasado si hubiera terminado trabajando en una oficina. Me niego a pensar que eso es algo negativo, porque soy muy afortunada al poder escribir cada día.
Siempre está esa idea de que algún día uno escribirá el libro que diga todo y que lo diga con tanta claridad que ese será el fin. Pero por supuesto eso es una fantasía total. También, uno cambia desde el principio de un libro hasta su fin. Se transforma en una persona nueva, o más bien una persona diferente. Algo ha cambiado. Entonces tiene que escribir otro libro por nuevas razones. Supongo que siento los dos extremos. El extremo de que escribir es a veces, como una maldición. Parecería haber tantas otras profesiones más felices. Pero también siento, casi al mismo tiempo, que es un enorme regalo poder tener la oportunidad de luchar contra estas cosas, de tener una vida dedicada simplemente a pensar sobre las cosas que más me importan; esperando al mismo tiempo que sean importantes también para mis lectores. Eso me parece realmente una cosa muy afortunada. Siento las dos cosas y a veces las siento en el mismo momento.