Por Cynthia Rimsky
No puedo creer lo que aparece en la prensa. Se lo envío por mail a una amiga argentina. Me pregunta quién puede atreverse a decir algo así. Le contesto que un empresario. ¿Y quién es?, insiste. Un empresario que hace mucho dinero en el retail y que por haber construido el edificio más alto de Chile puede decir públicamente pensamientos que yo no me atrevería a decir ni en el baño.
Recuerdo que durante la campaña presidencial escuché a muchas personas valorar como un atributo que Piñera tuviera dinero, decían que si había sabido ganar dinero para él, lo sabría ganar para todos nosotros.Pero, ¿qué dijo el empresario Horst Paulmann?
“La vida en familia se hace cuando miles y miles de personas van a los centros comerciales”.
¿En qué momento ocurrió que un empresario sin más conocimiento que el de ganar dinero se atreve a hablar como un filósofo?
Paulmann, que es propietario de varios malls, quiere hacernos creer que el mall es más hogar que nuestra casa y que ser consumidores es más placentero y conveniente que ser familiar de otra persona. Lo espeluznante es que debe tener cifras que indican que los fines de semana los chilenos pasan más tiempo en el mall que en su casa y que si no lo hacen, les gustaría hacerlo.
Sé que no es bueno comparar países o ciudades, pero no puedo dejar de hacerlo. El gran Buenos Aires tiene casi 10 millones de habitantes y no llegan a 10 los malls, de menor tamaño que el más pequeño de Chile. En Santiago hay 4 millones 666 mil habitantes (2010), existen 20 malls y se siguen construyendo, con tamaños que solo existen en Chile o en otros países construidos por Paulmann.
¿Por qué los ciudadanos de Buenos Aires consumen menos que los chilenos? Los viernes en la noche las calles, los espectáculos, los restaurantes están llenos, incluso familias con niños cenan a la medianoche. Los domingos no hay lugar en las plazas, parques, costanera, museos. Lo curioso es que no hay vendedores ambulantes ofreciendo chucherías. Unos pocos ofrecen Panchos, gaseosas, dulces, y en la Costanera, choripanes y anzuelos para los pescadores de orilla. Si no hay vendedores ambulantes como en Chile, se debe a que el argentino sale a disfrutar y no a consumir. Viven en departamentos pequeños, sin un despliegue de plasmas o de artefactos de última generación. En los barrios continúan existiendo clubes sociales, donde se juega de toda una vida al billar y se comparte una parrilla. Les es fácil salir de casa porque la locomoción está subsidiada. Al salir de casa, comparten con personas diferentes o, por lo menos, observan diferentes costumbres.
Cuando era niña, en mi barrio convivían familias de clase media, media alta, media baja, pobres. En todos los barrios había estas diferencias. Si vivía allí un delincuente, era la presión social la que lo contenía. Las historias se cruzaban y uno podía ver con los propios ojos otras formas de vivir y no había miedo ante lo otro. Esto terminó con la erradicación de las poblaciones “callampas”. En vez de ayudar a la gente a mejorar sus casas, los desalojaron violentamente de los barrios en los que siempre vivieron. Recuerdo las imágenes de la televisión, subían a los vecinos de todos los días a camiones militares que los llevaban a las afueras y desaparecían para siempre.
En el documental Nema problema, cuentan la historia de un grupo de refugiados de la guerra de Sarajevo que vino a Chile. Los llevaron a una población en las afueras, a una casa de subsidio, en uno de esos barrios que armaron con vecinos traídos de diferentes partes de Santiago, que no se conocían. Los refugiados se negaron a quedarse ahí, dijeron que eran casas para animales, que no tenían el tamaño para que pudiera vivir una persona.
Estos barrios se formaron con personas que solo tienen en común la pobreza, la falta de oportunidades, de buenas escuelas, de trabajo, lo único que comparten es la marginalidad. Para entrar en contacto con vidas diferentes deben pagar casi 1400 pesos ida y vuelta en un bus que los lleve a otros barrios donde son mirados con sospecha. Para disuadirlos de salir de sus ghetos, Paulmann y otros empresarios han tenido la idea de construir malls cerca de sus barrios. Ya no les basta a los dueños del retail el dinero de los A, B, C. Ahora quieren el dinero de los D y los E. ¿Por qué no? Ellos también tienen derecho a consumir.
Ahora que un adolescente de 16 años asesinó a un carabinero, el alcalde de Quilicura, Juan Carrasco, dice que hay que reparar que este crimen tiene que ver con la desigualdad y la falta de oportunidades. “Yo no quiero justificar, pero esto también tiene que ver con la desigualdad, la falta de oportunidades, con una situación país, esto es un problema de la sociedad”.
Paulmann, ¿futuro estadista?, nos entrega la solución: “La vida en familia se hace cuando miles y miles de personas van a los centros comerciales”.
¿Será cierto?