Por Cynthia Rimsky
¿Por qué algunos barrios llevan una vida sufrida y otros parecen vivir en el limbo? Incluso entre los sufridos hay los que logran escapar a su funesto destino y encaramarse, aunque sea al vagón de cola, del “progreso”, colorearse el rostro, echarse una manito de gata y salir a pasear la cola. En ese tipo de barrios la gente se ufana de que sus propiedades subieron de valor y, aunque son propietarios de un raído DFL2, en las noches tocan sueños de grandeza que en el día hacen trizas las goteras. Y es que todavía no hay interés inmobiliario que los tenga en su agenda y en la espera del sueño millonario las paredes se caen a pedazos.
Dicen que el deseo de la fea lo padece la bonita. Un conocido, periodista pudiente, vivió en el sector antiguo de Ñuñoa hasta que a un empresario inmobiliario se le despertó el apetito y comenzó a hacer ofertas. El periodista resistió hasta que una mañana despertó rodeado de edificios y, antes de que su casa quedara encerrada y perdiera cualquier valor, tuvo que vender. Algunos amigos le recriminaron que se quejara; con el dinero que le pagaba la inmobiliaria podrí comprar una casa mejor, sin embargo, a la hora de comprar, el periodista se dio cuenta que los precios están inflados y una casa como la suya, en un barrio tranquilo, costaba mucho más. Porque una casa no se limita a las variables tangibles que caen en su tasación: si está cerca de un supermercado, de una estación del metro… Una casa es un cuerpo, se puede estar descontento con la altura, los kilos, el color de ojos o de pelo, pero es con lo que crecemos, con lo que morimos.
Lo que hace a un barrio progresar o decaer no es tan misterioso. Detrás de este fenómeno aparentemente intangible está el interés inmobiliario de las empresas sumados al apetito monetario de las autoridades alcaldicias y de los empleados intermedios. En realidad, el interés inmobiliario es una cadena infinita de apetitos voraces donde se pierde de vista el paisaje y solo se ven billetes. Algunas de las historias más sucias que he escuchado tienen relación con las maniobras de desalojo por parte de una empresa inmobiliaria. La última de ellas me la contó un amigo escritor que vive en la calle Maruri, en Independencia.
“Esta noche hubo una batalla campal entre peruanos y chilenos en las calles, dignas de películas sobre guetos. Una masa grande de jóvenes chilenos atacó numerosas casas del barrio habitadas por peruanos que, en estos días, han estado provocando con consignas anti chilenas. Esto parece una guerra civil con palos piedras y hasta pistolas. Los carabineros brillaron por su ausencia durante casi 30 minutos, habiendo 2 comisarias en el barrio que están a unas 4 cuadras del conflicto. Luego llegaron en masa. Había 10 patrullas frente a mi casa y un helicóptero que pasaba de ida y vuelta. Es la 1:30 y todavía hay gente gritando en la calle. Los que queremos a este barrio insistimos en quedarnos, aun cuando casualmente ya han pasado haciendo ofertas de parte de las constructoras. ¡Qué país ha construido nuestra clase empresarial!”.
A los dos días, más calmado y con mayor información sobre lo ocurrido, me volvió a escribir: “Este barrio parece derrumbarse mientras yo trato de escribir cuentos. Lo que pasó (versión corregida por el almacenero) es que hay dos pandillas de jovencetes peruanos, una aquí en Cruz, que son cerca de 20 y una de la calle Juarez, con otros tantos. Parece que uno de Juarez fue acuchillado por mis vecinos y lo del viernes fue la venganza. También había unos chilenos rondando, pero no se metieron. Ayer había un basural espantoso en la calle: colchones, pedazos de muebles, un arsenal de piedras y botellas. Anoche nos rayaron con grafitti la casa por el lado de Cruz que P. trata de mantener impeque y mi hermano decidió que quiere irse a vivir a otra parte. Se especula que estos niños son de Chimbote, otros dicen que son del Callao. Lo que más sorprende es que llegando nueve patrulleras de carabineros más una espectacular aparición del helicóptero, no se llevaron a nadie preso. Mas bien parece que estaban aquí para proteger al grupo local. Hay rondas de los patrulleros 3 veces al día, pero los tipos saben incluso los horarios y las chicas salen a saludar. Ni te cuento como han subido los asaltos a personas. Según Juanito, estos son partes de la Maras peruanas que se están instalando aquí. Nuestro alcalde brilla por su ausencia, se rumorea que tiene una señora peruana. El otro asalto es el de las compañías constructoras que tienen gente en la calle haciendo ofertas. Han pasado dos veces por aquí y no me han encontrado, pero quieren hacerme una oferta. Están apurados porque van a cambiar la ley que regula la altura de los edificios. Es decir, adiós a Maruri como lo conocimos. Pronto va a ser un moderno barrio de torres, con lindos departamentos de 20 metros cuadrados donde apenas meterás una cama. Seremos el Tokio de América Latina”.
Y mientras tanto, en una revista semanal, aparece el alcalde de Independencia regalando billetes de mil pesos a la gente que sufre y luego, los bendice.