Por Arthur Schopenhauer
Los mencionados escritores, en cambio, actúan como ciertos orfebres que ensayan cien composiciones diversas para sustituir al oro, el único metal enteramente insustituible. Pero de nada debería guardarse tanto un autor como de querer mostrar que tiene más talento del que, en realidad, tiene, ya que esto despertará en el lector la sospecha de que posee muy poco, pues en cualquier arte tan sólo se afecta tener aquello que, en realidad, no se posee. Así pues, es un elogio cuando se llama “ingenuo” a un escritor. Eso significa que puede permitirse el mostrarse tal cual es. En general, la ingenuidad tiene un atractivo; lo artificioso provoca rechazo.
De hecho, todo gran pensador se esfuerza por expresar sus ideas del modo más puro, claro, seguro y breve posible. Por esta razón, la sencillez ha sido siempre un atributo no sólo de verdad, sino también del genio. El estilo recibe su belleza del pensamiento que expresa; pero, en el caso de estos pretendidos pensadores, los pensamientos han de ser embellecidos por el estilo. El estilo, después de todo, no es más que la silueta del pensamiento. Escribir de modo poco claro o mal significa pensar de modo turbio y confuso.