Por Banana Yoshimoto
He sentido pocas veces la presencia de alguien que ya no está. Pero las novelas, situadas en ese terreno de más allá, son el lugar ideal para que esas presencias tengan más peso, igual que el sueño y el inconsciente. Esos espíritus son los que conectan lo real con lo que no los es. En nuestra vida diaria siempre pasan cosas que escapan a la lógica y son inexplicables. Deben canalizarse por algún lugar y es cuando nos damos cuenta del mundo inconsciente que hay dentro de nosotros. En las novelas de misterio la gente mata con una facilidad increíble, creo son más increíbles que los espíritus de mis novelas.
Deseo que los lectores reconozcan las heridas invisibles de las que a menudo no somos conscientes y que las curen para llevar una vida auténtica. Que piensen: ¿qué haría yo si me pasara lo mismo que al personaje? Invitarles a la introspección. No se me da bien escribir historias de amor ni novelas históricas pero sí hacerlo sobre la muerte, así que me concentro en ello. Reflexionar sobre la pérdida se me da bien. No he perdido a nadie en particular que haya hecho que la muerte sea una obsesión. Pero siempre ha estado muy presente en mi vida. Desde muy pequeña, ya a los cinco años, escribía historias que hablaban de la muerte. Siempre leía libros y mangas y mis gustos quedaron fijados muy temprano.
Morir como tal no me da miedo. Sí me da miedo sufrir, el dolor. No estoy convencida de que haya vida tras la muerte. Creo que en nuestro interior hay un sistema que nos hace pensar que nuestra existencia trascenderá a la muerte. Igual que tenemos la necesidad de creer que las personas que nos han dejado siguen de alguna forma a nuestro lado, a nuestro alrededor.