El único viaje verdadero no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, ver los cien universos que cada uno de ellos ve, que cada uno de ellos es.
Marcel Proust
Por Sebastián Robles
Cynthia Rimsky se define a sí misma como escritora y viajera. Nacida en Santiago de Chile, declara como lugares de residencia esta ciudad y Buenos Aires, aunque es posible encontrarla en muchas otras partes. (En estos momentos, según dicen, en una playa adonde no llega ni la señal del celular). Su último libro, Ramal, es una novela de viajes con fotografías, publicada por Fondo de Cultura Económica en 2011. En Casa de Letras dictó, durante 2013, el taller “Escrituras de viaje”. Publica sus crónicas en el portal de Terra Chile y a partir de esta semana, también en el blog de Casa de Letras. Aprovechamos la oportunidad para hacerle una breve entrevista.
¿Cuándo empezaste a escribir crónicas de viaje?
Hubo una época, anterior a internet, en la que mi sueño fue ser corresponsal en viaje y eso intenté hacer durante un viaje de un año a Ucrania, pero los periódicos y revistas no quisieron publicarlas porque las encontraron “demasiado literarias”. En vez de adaptarlas al formato crónica, fui construyendo con las observaciones, objetos e imágenes que recolecté, un libro fragmentario, Poste restante, a partir del cual me aficioné a transitar por ese espacio fronterizo entre periodismo y literatura, crónica y novela, ficción, ensayo, investigación, visualidad. Finalmente las restricciones del periodismo me impulsaron a encontrar una forma particular de mirar, de pensar, de caminar y de buscar, que se refleja en Poste restante, Los perplejos y Ramal. Hace tres años la editora del portal Terra Chile me pidió que escribiera una crónica semanal y desde entonces llaman crónica a estos textos fronterizos que hace 15 años rechazaron.
¿Qué tienen los viajes en particular, que los vuelven interesantes para el género de la crónica?
Mi familia vivía en un pasaje interior que daba a una calle por la que pasaba un bondi; eso la volvía peligrosa y solo me permitían ir hasta la esquina, donde estaban los locales comerciales, a condición de no cruzar la calle sola. Finalmente llegó el día en que mi padre me acompañó hasta la entrada del pasaje y se quedó viéndome cruzar la calle ¿Qué es lo que vi del otro lado? El lado de la calle por el que sí tenía permiso para caminar. Los viajes te permiten cruzar la mirada para escribir sobre el lado por el que habitualmente caminas y no ves.
En tu blog te definís como “escritora y viajera”. ¿En qué otros escritores te sentís reflejada?
En cada momento de mi vida, por motivos azarosos y que no tienen relación con un canon, encuentro compañeros de viaje y de conversación, te podría citar algunos autores que me han enseñado a caminar, como Benjamin, Berger, Walser, Sebald, González Vera, DHalmar, Wacquez, Chejfec, Szymborska, Benedetto, Benesdra, Arlt, Lihn… son tantos que no caben en la página.
Tu novela Poste Restante es el resultado de un viaje a los países de tus antepasados. ¿Podés contarnos algo acerca de esa experiencia?
Más bien fue un encuentro, en esa época tenía afición por los mercados de pulgas o cachureos, en uno de ellos encontré un álbum de fotos antiguo de una familia de vacaciones en alguna parte de Europa; y en la primera página estaba escrito mi apellido con i final. Ese fue el punto de partida para hacer el viaje de vuelta a Polonia y Ucrania que hicieron mis abuelos hacia Chile; en el camino me fui dando cuenta que no me despertaba curiosidad la historia de mi familia, como los espacios en blanco, las omisiones, las contradicciones, por la que se escapa el sentido. Finalmente, en la frontera de Eslovenia y Austria di con la familia que tiene relación con el álbum que me encontró en un mercado de pulgas en Chile y la historia de mi familia tuve que construirla sobre la base de parches, retazos, fragmentos, costuras, agujeros negros…